jueves, 28 de julio de 2016

LA TOLERANCIA: patrimonio de la Humanidad.


(en el dia de los Valores Humanos...)


Abordar este tema supone considerar también otros conceptos que son vinculantes: la libertad, el respeto y los valores morales, entre otros.

Tolerar es una forma de respeto hacia el otro, reconociendo su dignidad más allá de las diferencias culturales, creencias y sistema de valores, aún por encima de las tensiones que estas diferencias puedan provocar. Es un delicado equilibrio entre las respectivas individualidades y lo colectivo.

Resulta inadecuado encarar la tolerancia tan solo como un “vive y deja vivir”. Tal interpretación nos acerca al borde de la indiferencia. No se trata de renunciar a validar las opiniones propias, sino implementar la aceptación de la diversidad desde un contexto inclusivo que responda a algo “superior” considerado socialmente como parámetro: los valores morales, por nombrar alguno. Tampoco es cuestión de permitir cualquier cosa en detrimento de la personalidad del individuo, de su seguridad personal y de sus derechos. ¿Cuál es el límite entre lo tolerable y lo intolerable? Habrá que ubicarse en los diferentes ámbitos donde es aplicable esta disyuntiva: en el ámbito personal, en el familiar, en el educativo, en el social, en el político, etc.

Desde lo social, la tolerancia adquiere su máxima expresión en el concepto de Justicia, entendiéndola, a priori, como el igual derecho de todos a dirigir su vida bajo la propia responsabilidad, en un ámbito de coexistencia común, sostenida por el principio de reciprocidad tanto en derechos como en obligaciones. Allí donde la libertad y la dignidad del otro son pisoteadas, la tolerancia se termina; no hay tolerancia sin límites, porque aquella no está dispuesta a soportar la injusticia.

Tolerancia no debe confundirse con indiferencia ni con complacencia. Por el contrario, el hombre tolerante es un individuo partícipe, interesado, comprometido, lúcido y flexible, con capacidad de rectificación, que defiende su derecho a ser escuchado sin pretender imponerse. El hombre tolerante propone el diálogo; no se atribuye la verdad absoluta ni se arrebata al punto de considerar al otro su enemigo. De más está decir que este camino hacia la tolerancia suele ser contradictorio y transitarlo siempre es muy complejo.

Convengamos que desde el pensamiento antiguo hasta la modernidad, todo aquello que ha instado a la grandeza de la humanidad está plagado de contradicciones; no hay evolución sin contradicción. Tampoco es cuestión de temerle a las diferencias en tanto sean entendidas como parte contextual de esa humanidad.

Los conceptos de pluralismo, diversidad y cooperación están estrechamente ligados a la tolerancia. En cambio, la intolerancia tiene raíces profundas en la indiferencia, la ignorancia, el miedo y la pobreza, semilleros del odio y la violencia. Frente a esto, no podemos eximirnos de buscar los principios éticos y los valores morales que nos permitan soñar con una convivencia pacífica e enriquecedora. ¿Utopía?.

“El hombre necesita de los demás si quiere sobrevivir”, decía E. Fromm, de modo que nos es imperioso construir una TOLERANCIA no permisiva a ultranza, que promueva el aprendizaje de “vivir con los demás”, bajo el amparo del respeto.

Hago uso de ciertas preposiciones del idioma castellano que establecen una notable diferencia semántica: cada sociedad o cultura tiene derecho a expresar sus propios valores “ante” los demás, nunca “contra” los demás.

Marité Tilvé
Fuente: Rescatandovaloreshoy.blogspot.com

Marité Tilvé:  es miembro del equipo de Campo Vincular Salud
Lic. en Ciencias de la Comunicacion  -  Periodista  




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domingo, 17 de julio de 2016

La práctica del STOP


Una práctica sencilla de mindfulness (atención plena) que nos invita a detenernos, a respirar conscientemente,  a poner un alto en nuestras ajetreadas vidas y en nuestras, a veces, caóticas mentes. 

Una práctica que nos permite ponernos en contacto de una manera amorosa y sin juicios con nuestras sensaciones corporales,  nuestras emociones y nuestros pensamientos. Reconocerlos y  aceptarlos en vez de ser arrastrados por ellos.

Una práctica que nos permite volvernos menos reactivos, disminuir el estrés , la ansiedad  y disfrutar plenamente de los pequeños y grandes momentos que pintan el día.

Tomamos prestada la  palabra del ingles STOP, que significa detenerse. Es una forma de recordar fácilmente cuales son los pasos a seguir:

S Stop (Detenerse)
T Tomar una respiración consciente
O Observar
P Proceder

El ejercicio pertenece al programa de reducción del estrés basado en mindfulness del Dr Kabat Zinn

Fuente: Cándarle Javier, Mindfulness. Atención plena para vivir mejor. Ediciones B, 2015


María Fernanda Blanco
Miembro del equipo de Campo Vincular Salud
Psicóloga
Enfoque Mindfulness y Psicoterapia basada en la Compasión





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martes, 12 de julio de 2016

" La Enfermedad es también un Lenguaje"




  En la historia de una vida, la enfermedad parece haberse presentado como un accidente indeseado, que interrumpe de manera inesperada el «hilo» de los propósitos y las intenciones que trazaban el rumbo de esa vida. Sin embargo, una vez que hemos aprendido a leer en ese idioma, la enfermedad se nos presenta como un capítulo que forma parte indisoluble de esa biografía, completando la trama de la historia en un conjunto más amplio y con un significado más rico. 
  Como ocurre con las novelas policiales, una vez que la investigación, larga y fatigosamente realizada, finaliza, y se reconstruye el sentido del suceso misterioso o absurdo, todo parece sencillo. La enfermedad deja de ser el acontecimiento ajeno que irrumpe desde afuera de la propia vida, para convertirse en un drama que le pertenece por entero. La experiencia nos muestra, entonces, que aquello que puede descomponer la maquinaria, cuando el motivo cambia, también la puede volver a componer. Comprender una significación es, inevitablemente, cambiarla, porque implica incluirla en un contexto que la re-significa.    
  Un cambio de significación es, también, un cambio de estado, de modo que el enfermo que no cambia es el que no ha logrado comprender. Los tres modos del conocimiento Debemos ahora aclarar una cuestión. Los antiguos distinguían tres formas del saber. Aquello que se sabe por lo que se dice (scire), aquello que se sabe porque se lo ha saboreado alguna vez (sapere) y aquello que se sabe porque se lo ha probado muchas veces, se lo ha experimentado (experior). Corresponden a la diferencia que existe entre inteligir, comprender y creer. Suelen quedar simbolizadas por el cerebro, que alude al intelecto, el corazón, que alude al sentimiento, y el hígado, que alude a una capacidad práctica que se manifiesta en la voluntad y determina la cualidad que denominamos experiencia. 
  El saber de un modo intelectual puede llevar a sentir auténticamente lo que se ha adquirido, y el comprender de esta última manera puede conducirnos a creer con ese convencimiento que nos lleva a disponer la vida entera de acuerdo con aquello que hemos comprendido. Pero este camino, que es largo y es difícil, este camino que nos conduce a un cambio, no siempre se recorre. 
  Uno se con-vence sólo con una realidad que lo ha vencido. Se aspira a que la realidad del hombre enfermo pueda ser aprehendida en su conjunto, con esa forma del sapere que llamamos comprensión. Asi es posible que aquello a lo cual la cabeza se resiste pueda llegar, amablemente, de corazón a corazón.

de: "Por que enfermamos. La historia que se oculta en el cuerpo"
LUIS CHIOZZA;   medico argentino, psicoanalista e investigador especialista en psicosomatica.  Autor  de varios libros sobre el significado inconsciente de los trastornos organicos.  

 pintura: "El arbol de la esperanza", Frida Kahlo.
                                                    

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