Rupturas del linaje materno (Cuarta y última entrega)
En vez de sentirte culpable
por no ser capaz de sanar a tu madre ni a los otros miembros de tu familia,
date el permiso de ser inocente. Si lo haces, recuperas tu construcción
personal y el poder que te quitó la herida materna. Y en consecuencia,
devuelves a tus familiares el poder de seguir su propio camino. Se trata de un
gran cambio energético que se da al apropiarnos de nuestro valor y se ha
demostrado que podemos conservar nuestro poder a pesar de los llamamientos a
entregarlo a los demás.
El precio de transformarnos en
auténticas nunca es tan alto como el precio de permanecer en un “yo” falso.
Es posible que nuestras madres
(y nuestras familias) nos den la espalda cuando nos convirtamos en más
auténticas. Podemos sentir hostilidad, rechazo, rabia, y una denigración total.
Puede ser que todo el sistema familiar sienta el terremoto. Y puede resultar
asombrosa la rapidez con la que nos pueden rechazar o abandonar cuando dejamos
de sobre-funcionar y expresamos nuestro auténtico ser.
En su artículo “Mindfulness
and theMother Wound”, Phillip Moffitt describe las cuatro funciones de una
madre: Nutrir, Proteger, Empoderar e Iniciar. Según Moffit, el rol de la madre
como iniciadora “es el aspecto más desinteresado de los cuatro, porque alienta
una separación que la dejará sola”. Es una función muy profunda, también para
aquellas madres que hayan sido apoyadas y honradas, y casi imposible de
desempeñar para las madres que han sufrido un gran dolor y que no han llegado a
sanar suficientemente sus propias heridas.
El patriarcado limita
severamente la capacidad de la madre de iniciar a su hija en su propia
construcción personal, porque en el patriarcado, la mujer ha sido privada de su
propia construcción. El patriarcado conduce al autosabotaje de la hija, a la
misoginia del hijo, y a la falta de respeto del lugar del que procedemos, la
misma tierra.
Es precisamente esta función
de la madre como la “proveedora de la iniciación” lo que lanza a la hija a
vivir su propia vida, pero este rol es solo posible en la medida que la madre
haya experimentado o vivido su propia iniciación. Pero los procesos sanos de
separación entre madres e hijas están muy boicoteados en la cultura patriarcal.
El problema es que muchas
mujeres se pasan la vida entera esperando que su madre las empuje a vivir sus
propias vidas, cuando sus madres son simplemente incapaces de hacerlo.
Es muy habitual ver cómo se
pospone el duelo de la herida materna en mujeres que constantemente regresan al
pozo negro de sus madres, buscando un permiso y un amor que ellas simplemente
no tienen la capacidad de dar. En vez de completar este duelo, muchas mujeres
tienden a culparse, y esto las bloquea. Tenemos que lamentar que nuestras
madres no puedan ofrecernos una iniciación que ellas nunca recibieron y
embarcarnos conscientemente en nuestra propia iniciación.
La ruptura es en realidad una
señal del impulso evolutivo de separar los hilos patriarcales de nuestro linaje
materno, de romper la atadura inconsciente a nuestras madres que ha potenciado
el patriarcado y ser iniciadas en nuestras propias vidas.
Mi trabajo de ayuda a las
mujeres a sanar su herida materna consiste en acompañarlas a salir de este
ciclo de auto-culpabilidad y a hacer el duelo necesario para que puedan
reivindicar su poder y potencial. Una parte de este proceso es aceptar este
profundo dolor existencial, para poder iniciarnos en la libertad y la
creatividad de nuestras propias vidas.
Y al final, este dolor
da paso a una compasión genuina y a la gratitud hacia nuestras madres y a las
madres de nuestras madres.
Es importante ver que, al rechazar
las creencias patriarcales que dicen que para ser aceptadas deberíamos
permanecer pequeñas, no estamos rechazando a nuestras madres. Lo que en
realidad estamos haciendo es reivindicar nuestra fuerza vital, libres de
patrones impersonales y limitantes que han mantenido a las mujeres secuestradas
durante siglos.
Crear un espacio seguro para
el anhelo de la madre
Aunque seamos mujeres adultas,
añoramos a nuestra madre. Puede ser desgarrador sentir este anhelo y saber que
nuestra propia madre no puede satisfacerlo, aunque hizo lo que pudo. Es
importante enfrentarse a este hecho y llorarlo. Tu anhelo es sagrado y debe ser
honrado. Dejar un espacio para el duelo es una parte importante de ser una
buena madre para ti misma. Si no hacemos un duelo sincero de nuestra necesidad
insatisfecha de cuidado maternal, inconscientemente interferirá en nuestras
relaciones, causando dolor y conflicto.
El proceso de sanar la herida
de la madre implica hallar tu propia iniciación al poder y propósito de tu
vida.
No se trata de un trabajo de
superación personal cualquiera. Sanar la herida de la madre es esencial y
fundamental; es un trabajo en profundidad que te transforma interiormente y te
libera, como mujer, de cadenas centenarias heredadas de tu linaje materno. Tenemos
que desintoxicarnos de los hilos patriarcales en nuestro linaje materno para
avanzar en nuestro empoderamiento.
Sobre el rol de “la madre como
iniciadora”, Moffit dice: “Este poder iniciático se asocia al de la chamana, la
diosa, la maga y la mujer medicinal.” A medida que cada vez más mujeres sanamos
nuestra herida materna y damos un paso firme y consciente hacia nuestro poder,
encontramos por fin la iniciación que estábamos buscando. Así nos volvemos
capaces de iniciar, no sólo a nuestras hijas, sino, también a nuestra cultura,
como un todo que está experimentando una gran transformación. Estamos siendo
llamadas a encontrar en lo más profundo de nosotras aquello que no se nos dio.
Al reclamar nuestra propia iniciación mediante la sanación de la herida
materna, juntas, al unísono, encarnamos cada vez más a la diosa que está dando
a luz a un nuevo mundo.
©2014 Bethany Webster. La
Ruptura del Linaje Materno y el Precio de Volverse Auténtica
Post: Paula Perticone
Miembro del equipo de Campo
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