* FRED KOFMAN
La autoestima es la manifestación de una consciencia que
aprende a confiar en sí misma. Y la confianza hace que la persona se esfuerce
por usar su consciencia como guía. Vivir conscientemente es condición
fundamental para experimentar autoestima, y experimentar autoestima es
condición fundamental para vivir conscientemente. Consciencia y autoestima
forman un círculo virtuoso.
Hay tres niveles sobre los cuales se puede fundar la autoestima:
producto, proceso e infraestructura.
En la superficie, está el producto o
resultado. En ese nivel, uno se felicita por aquello que ha obtenido, por los
logros que ha alcanzado. Cualquier objeto valioso que haya adquirido es
demostración de que uno mismo es valioso. (…) La gran mayoría de la gente se
define dentro de este nivel, y por lo tanto, se preocupa por acumular objetos
preciados. Quien cree que su valor depende de sus resultados, se esfuerza
denodadamente por conseguir y preservar aquello a lo que aspira. (…) El
problema de vivir en este nivel es que, en general, es imposible controlar el
resultado de las acciones que ejercemos. Podemos influir sobre el mundo por
medio del comportamiento, pero hay factores incontrolables que afectan el
resultado, más allá de todo esfuerzo personal...
Para preservar la autoestima en este nivel, no alcanza con
triunfar una vez, hay que preservar y repetir constantemente el triunfo. En
este mundo de impermanencias, un mundo dinámico donde todo está en proceso de
transformación, el afán de mantener el triunfo es tan fútil (y estresante),
como el afán por aferrarse al agua. Al
igual que un puño desesperado no puede asir el agua con su esforzado apretón,
un alma desesperada no puede asir la autoestima a través de sus logros.
(…)
Quien vive en este nivel (segundo, nivel del proceso) es mucho más aplomado y
sólido. Aunque sus hojas pueden ser arrancadas por los vientos del destino, sus
raíces están firmemente fijadas. Y ese arraigo le permite flexibilizar su
tronco. Ser bambú, con las raíces de un roble. Los resultados van y vienen, a
veces favorables y otras no, pero al margen de lo que suceda en el mundo
exterior, el ancla permanece segura en el mundo interior. Uno sabe que quién es
está definido por su intención y su conducta, más que por el producto final de
esa conducta. Los resultados están siempre condicionados por factores externos,
mientras que la intención está condicionada sólo por factores internos.(...)
El comportamiento es más manejable que los logros externos,
no obstante tampoco es completamente controlable. De hecho, a menos que uno
haya llegado al pináculo de la salud mental y a su integración
psicológico-espiritual, siempre tendrá partes en sombras, partes que harán una
zancadilla a sus esfuerzos por ser impecable. Uno puede no estar consciente de
sus valores o no haber desarrollado aún las virtudes necesarias para
incorporarlos como práctica permanente. Sus acciones pueden estar teñidas por emociones desbocadas, o por tentaciones
incontenibles. Si no se posee disciplina su desarrollo se ha visto frenado por
algún trauma emocional o físico, a pesar de tener “buenas intenciones”, no
podrá realizar dichas intenciones en acciones concretas. Una y otra vez se
encontrará haciendo cosas que lo avergüenzan y lo hacen autodesvalorizarse.
(...)
El tercer nivel desde el que se puede fundar la autoestima
es el del alma, el espíritu, la infraestructura más profunda de la humanidad.
Este nivel es totalmente independiente de lo que uno obtenga; es totalmente
independiente de lo que uno haga. Este es el nivel del ser, donde no hay nada
que conseguir ni nada que perder, nada que probar ni nada que esté a prueba,
nada que demostrar ni nada en lo que uno pueda equivocarse. Este es el nivel de
la esencia del ser humano.
Como humano, uno no puede ser más, ni menos. Ser humano es
una variable binaria: se es o no se es. Y serlo no depende más que del destino.
Uno aparece en el universo como ser humano
por gracia, no por mérito propio. Y es el universo el que garantiza su
humanidad, más allá de lo que uno obtenga o deje de obtener, más allá de lo que
haga o deje de hacer. Este “estar fuera de control” puede parecer angustioso,
pero en realidad es la única fuente firme de sanidad y calma. El manantial del
ser fluye continuamente, validando y sosteniendo con total independencia la
humanidad de la persona. Uno es humano en forma incondicional e incondicionada.
(…)
Para acceder a ese nivel esencial –al espíritu
de la autoestima- es necesario investigar profundamente la identidad. Quién soy
y quién creo que soy. En la diferencia entre estas dos respuestas se encuentra
el sufrimiento de la humanidad.
Del libro: "Metamanagement." Cap: Autoestima: producto, proceso e infraestructura
Fred Kofman: es un escritor, filósofo y coach argentino. Autor de "Metamanagement" (3 tomos: principios, aplicaciones, filosofía) y "La empresa consciente" texto traducido a 11 idiomas.
Del libro: "Metamanagement." Cap: Autoestima: producto, proceso e infraestructura
Fred Kofman: es un escritor, filósofo y coach argentino. Autor de "Metamanagement" (3 tomos: principios, aplicaciones, filosofía) y "La empresa consciente" texto traducido a 11 idiomas.
Fotografia: Aliza Razell.
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