martes, 25 de octubre de 2016

EL ESPIRITU DE LA AUTOESTIMA.








  *  FRED KOFMAN

   La autoestima es la manifestación de una consciencia que aprende a confiar en sí misma. Y la confianza hace que la persona se esfuerce por usar su consciencia como guía. Vivir conscientemente es condición fundamental para experimentar autoestima, y experimentar autoestima es condición fundamental para vivir conscientemente. Consciencia y autoestima forman un círculo virtuoso.
   Hay tres niveles sobre los cuales se puede fundar la autoestima: producto, proceso e infraestructura.
En la superficie, está el producto o resultado. En ese nivel, uno se felicita por aquello que ha obtenido, por los logros que ha alcanzado. Cualquier objeto valioso que haya adquirido es demostración de que uno mismo es valioso. (…) La gran mayoría de la gente se define dentro de este nivel, y por lo tanto, se preocupa por acumular objetos preciados. Quien cree que su valor depende de sus resultados, se esfuerza denodadamente por conseguir y preservar aquello a lo que aspira. (…) El problema de vivir en este nivel es que, en general, es imposible controlar el resultado de las acciones que ejercemos. Podemos influir sobre el mundo por medio del comportamiento, pero hay factores incontrolables que afectan el resultado, más allá de todo esfuerzo personal... 
  Para preservar la autoestima en este nivel, no alcanza con triunfar una vez, hay que preservar y repetir constantemente el triunfo. En este mundo de impermanencias, un mundo dinámico donde todo está en proceso de transformación, el afán de mantener el triunfo es tan fútil (y estresante), como el afán por aferrarse  al agua. Al igual que un puño desesperado no puede asir el agua con su esforzado apretón, un alma desesperada no puede asir la autoestima a través de sus logros.
(…) 
  Quien vive en este nivel (segundo, nivel del proceso) es mucho más aplomado y sólido. Aunque sus hojas pueden ser arrancadas por los vientos del destino, sus raíces están firmemente fijadas. Y ese arraigo le permite flexibilizar su tronco. Ser bambú, con las raíces de un roble. Los resultados van y vienen, a veces favorables y otras no, pero al margen de lo que suceda en el mundo exterior, el ancla permanece segura en el mundo interior. Uno sabe que quién es está definido por su intención y su conducta, más que por el producto final de esa conducta. Los resultados están siempre condicionados por factores externos, mientras que la intención está condicionada sólo por factores internos.(...)
   El comportamiento es más manejable que los logros externos, no obstante tampoco es completamente controlable. De hecho, a menos que uno haya llegado al pináculo de la salud mental y a su integración psicológico-espiritual, siempre tendrá partes en sombras, partes que harán una zancadilla a sus esfuerzos por ser impecable. Uno puede no estar consciente de sus valores o no haber desarrollado aún las virtudes necesarias para incorporarlos como práctica permanente. Sus acciones  pueden estar teñidas  por emociones desbocadas, o por tentaciones incontenibles. Si no se posee disciplina su desarrollo se ha visto frenado por algún trauma emocional o físico, a pesar de tener “buenas intenciones”, no podrá realizar dichas intenciones en acciones concretas. Una y otra vez se encontrará haciendo cosas que lo avergüenzan y lo hacen autodesvalorizarse.
(...) 
  El tercer nivel desde el que se puede fundar la autoestima es el del alma, el espíritu, la infraestructura más profunda de la humanidad. Este nivel es totalmente independiente de lo que uno obtenga; es totalmente independiente de lo que uno haga. Este es el nivel del ser, donde no hay nada que conseguir ni nada que perder, nada que probar ni nada que esté a prueba, nada que demostrar ni nada en lo que uno pueda equivocarse. Este es el nivel de la esencia del ser humano.
Como humano, uno no puede ser más, ni menos. Ser humano es una variable binaria: se es o no se es. Y serlo no depende más que del destino. Uno aparece en el universo como ser humano  por gracia, no por mérito propio. Y es el universo el que garantiza su humanidad, más allá de lo que uno obtenga o deje de obtener, más allá de lo que haga o deje de hacer. Este “estar fuera de control” puede parecer angustioso, pero en realidad es la única fuente firme de sanidad y calma. El manantial del ser fluye continuamente, validando y sosteniendo con total independencia la humanidad de la persona. Uno es humano en forma incondicional e incondicionada. (…)

  Para acceder a ese nivel esencial –al espíritu de la autoestima- es necesario investigar profundamente la identidad. Quién soy y quién creo que soy. En la diferencia entre estas dos respuestas se encuentra el sufrimiento de la humanidad

 Del libro:    "Metamanagement."  Cap:  Autoestima: producto, proceso e infraestructura


Fred Kofman:  es un escritor, filósofo y coach argentino. Autor de "Metamanagement" (3 tomos: principios, aplicaciones, filosofía) y "La empresa consciente" texto traducido a 11 idiomas.

Fotografia: Aliza Razell.    




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