Rupturas del linaje materno (tercera entrega)
(…)
cuando sacrificamos nuestra propia felicidad por la de nuestras madres, en
realidad impedimos la sanación necesaria que produce llorar la herida en
nuestro linaje materno. Esto solo provoca el estancamiento de ambas. Por mucho
que lo intentemos, nosotras no podemos sanar a nuestras madres, y no podemos
conseguir que nos vean tal como somos. El duelo es lo que trae la sanación.
Tenemos que llorar por nosotras y por nuestro linaje materno. Este duelo trae
consigo una gran liberación.
Con
cada oleada de duelo re-integramos aquellas partes de nosotras a las que
tuvimos que renunciar para ser aceptadas por nuestras familias.
Hay
que romper los sistemas enfermos para poder encontrar un nuevo equilibrio,
mucho más sano. Es una paradoja que sanemos nuestro linaje materno al alterar
los patrones patriarcales, y no al mantenernos cómplices de los mismos para
conservar una paz superficial. Hay que tener agallas y coraje para negarse a
seguir acatando patrones patriarcales que tienen una gran fuerza generacional
en nuestras familias.
Dejar
que nuestras madres sean seres individuales nos libera (como hijas) para ser
seres individuales.
Las
creencias patriarcales promueven un nudo inconsciente entre madres e hijas, en
el que solo una de ellas puede tener el poder. Es una dinámica de “una de las
dos” basada en la escasez que deja a ambas sin poder alguno. Para las madres
que han sido especialmente privadas de su poder, sus hijas pueden convertirse
en “el alimento” de su identidad atrofiada y en el vertedero de sus problemas.
Debemos permitir que nuestras madres recorran su propio camino y dejar de
sacrificarnos por ellas.
Estamos
siendo llamadas a transformarnos en auténticos seres individuales, mujeres
liberadas de las creencias del patriarcado, y a reconocer nuestro valor sin
avergonzarnos. Aunque parezca una paradoja, nuestra propia individualidad es lo
que contribuye a una sociedad sana, completa y unida.
Tradicionalmente,
a las mujeres se nos ha enseñado que es noble cargar con el dolor de los demás;
que el cuidado emocional es nuestro deber y que deberíamos sentirnos culpables
si nos desviamos de esta función. En este contexto, la culpa no tiene que ver
con la consciencia sino con el control. Este sentimiento de culpa nos mantiene
atadas a nuestras madres, nos debilita y hace que ignoremos nuestro poder.
Tenemos que darnos cuenta de que no hay ningún motivo real para sentirnos
culpables. El rol de cuidadora emocional nunca ha sido un rol genuinamente
nuestro, simplemente forma parte de nuestro legado de opresión. Si lo miramos
así, dejaremos de consentir que la culpa nos controle.
Abstenernos
del cuidado emocional y dejar que la gente aprenda sus propias lecciones es una
forma de respetarnos a nosotras mismas y de respetar a los demás.
Nuestro
“sobre-funcionamiento” contribuye al desequilibrio de nuestra sociedad y
desempodera activamente a los demás impidiendo su propia transformación.
Debemos dejar de cargar con los pesos de los demás. Y esto se hace viendo lo
inútil que es. Y tenemos que oponernos a ser las guardianas y los vertederos
emocionales de aquellos que se niegan a hacer el trabajo necesario para su
propia transformación.
Contrariamente
a lo que nos han enseñado, no tenemos que sanar a toda nuestra familia. Sólo
tenemos que sanarnos a nosotras mismas (…)
©2014 Bethany Webster
La
Ruptura del Linaje Materno y el Precio de Volverse Auténtica
Post:
Paula Perticone
Miembro
del equipo de Campo Vincular Salud
Psicología
- Psicoterapia Adultos
Orientación
Junguiana
Campo Vincular es un equipo de profesionales de diversas corrientes
y disciplinas para la salud, "vinculados" por una misma mirada de empatía,
compasión y respeto en el vinculo con el paciente.
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