martes, 14 de marzo de 2017

ABUSO Y MALTRATO EN LA VEJEZ (Envejecimiento y flia IIl)




“Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de
una bella vida”   
Pitágoras 



  *   Gustavo J. Pérez Zabatta  . 



“Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. 
 Sobre todo, si es un árbol viejo. No.
 Un día de un viejo árbol, es un día del mundo”.
“Un árbol es sueños y memoria”.    Haroldo Conti.
Escribir sobre abuso y maltrato, representa para quien escribe, transitar sin lugar a dudas un mal trago. Son palabras que lastiman el alma, sobre un fondo blanco de papel, dibujando en cada frase, una mueca de dolor.  
Ahora bien, escribir sobre abuso o maltrato, pero en niños o ancianos, - los más vulnerables en nuestras sociedades -, representa un esfuerzo extra y costoso. Porque el dolor se multiplica al infinito.  
A los profesionales de la salud, se no enseña a guardar una “distancia óptima”. Y es en verdad éste, un claro desafío profesional, un compromiso ineludible, por llevar por delante una tarea.   
Imagínese ahora pre-claro lector, - pues pone usted también, buena parte de lo suyo en leer esto, que es una tragedia -, si le digo que, en el caso de los ancianxs, el abuso y el maltrato, no sólo se produce con frecuencia, sino que en general, está a cargo de aquellos mismos familiares y cuidadores de nuestros viejos, encima en un alto porcentaje.    
En esta tercera parte sobre Envejecimiento y Familia (ver Partes I y II), me he reservado quizás, el trabajo más arduo, más penoso, ese mal trago que deja un sabor amargo por mucho tiempo.    

Las estadísticas en Argentina siempre son un problema. O no las hay, o son poco fiables, o …Veamos algunos ejemplos tomados de Google:

“Crecieron un 35% las denuncias por maltrato a los ancianos”. Se registraron más de 400 denuncias telefónicas…; el 47 por ciento corresponde a violencia psicológica…, el 27 por ciento corresponde a abandono, mientras que la agresión física señala un 13 por ciento y la financiera en igual cifra. Además, el 75 por ciento de los adultos mayores que denuncian maltrato corresponden a mujeres.”    Fuente: La Nación 2014 

     “España: … 8,9% de ancianos que de una u otra manera viven en la violencia, pero de ellas sólo el 3,1% establece la denuncia o busca ayuda para resolver ésta situación…”.“Perú: la falta de seriedad de parte del Estado es una de las mayores dificultades a los cuales se enfrentan los ancianos.”.Brasil y Panamá: se reportan anualmente más de 70 mil casos de extrema violencia, de los cuales un 27.1 % de los maltratados constituyen ser ancianos.”“Argentina: este fenómeno se ha venido incrementando desde hace más de tres décadas y para el 2009 se prevé que más de 18 700 adultos mayores sufran algún tipo de violencia dentro del seno familiar, alrededor del 8%.”“Colombia: entre el 4% y el 6% de las personas mayores reconocen haber sufrido maltratos en el hogar, en la mayoría de los casos se pone de manifiesto la violencia económica ya sea por parte del Estado o de los miembros del hogar.” “Chile: el 34,2% de la población anciana consideró sufrir algún tipo de violencia en el hogar o centro de cuidados, siendo las más afectadas las mujeres entre 65 y 74 años, el maltrato más evidenciado lo fue el psicológico con el 75,6% de afectación.”  Fuente: http://www.monografias.com/trabajos57/violencia-ancianos-cuba/violencia-ancianos-cuba2.shtml#ixzz4aDWhZb2Q   

“Vejez: 10 denuncias al mes por maltrato. Llegan al ámbito oficial que atiende a los adultos mayores. Según un informe del INADI, 60% se ha sentido discriminado en Mendoza. Los primeros maltratadores se encuentran dentro del núcleo familiar.”

Fuente: Los Andes. 2017

 “Cerca de 1 de cada 10 personas mayores ha sufrido malos tratos en el último mes. Las tasas de maltrato pueden ser mayores entre los ancianos residentes en instituciones que en los que están en la comunidad. El maltrato de las personas mayores puede conllevar graves lesiones físicas y consecuencias psicológicas prolongadas. Se prevé un aumento del problema por el envejecimiento de la población en muchos países. La población mundial de mayores de 60 años se duplicará con creces, de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones en 2050.”
Fuente: OMS

Como vemos, desde el Es un buen tipo mi viejo …” de Piero, a la vida cotidiana real y práctica, está “lo siniestro” diría Pichón Rivière, dónde se oculta, se naturaliza, se “embriagan de hielo e hiel” como escribí alguna vez un poema, la vida de nuestros viejos. Viejos con amor y cariño, respeto y consideración, viejos como les dice Piero.  

Ya nuestros ancianxs muchas veces, están agobiados de sufrir muchas enfermedades crónicas, sobre-poli-medicalización, ninguneo de la sociedad, de los gobiernos, de las políticas públicas. Ahora también de sus propios hijxs, nietxs, cuidadorxs. Familiares en general.    

   La literatura gerontológica científica, social, comprometida, viene fundamentalmente desde la década del 70, del Siglo pasado, describiendo casos de abusos, negligencia en el trato con ancianos y toda suerte de vandalismo a este segmento vulnerable de la población. Pero, lo más terrible, es que estos hechos generalmente emergen, como problemas sociales de índole privado, por lo que, a la desidia habitual que nos tienen acostumbrados por lo general, los gobiernos de turno, especialmente en Latinoamérica, se suma que, si es un problema de índole privado, resulta más difícil su reconocimiento y acción pública, para encontrarle soluciones efectivas, sustentables en el tiempo.
   No podemos ser ingenuos y pensar que la violencia en el hogar es un tema de actualidad o de pocas épocas atrás. Sin lugar a dudas ha existido siempre. Pero un serio problema es que se ha tratado de mantener oculto. Un poco de esperanza ahora: se está empezando, paso a paso, día a día, lucha a lucha, empezando a visibilizar.
¿Ahora bien, visibilizar para qué?, ¿para quién, con qué objetivo? ¿Con qué fin? Porque si el objetivo es rasgarse las vestiduras, llenar horas y horas de televisión, y sólo fijar días internacionales contra la violencia de esto o aquello, pues señoras y señores, eso sólo no alcanza.
    En este sentido, resulta urgente, necesario, impostergable, que se creen y se efectivicen políticas públicas claras, precisas, a cargo de profesionales que entienden sobre estas problemáticas, aparezcan recursos y no hablo sólo de los económicos, aunque siempre bienvenidos por supuesto.
  Debemos tener presente hoy en dia que la violencia es mucho más que violencia de género.   
Nos estamos olvidando el remedio más revolucionario, eficaz, probado y efectivo para solucionar los problemas que es la educación. Y es en la educación dónde tenemos que poner el mayor esfuerzo. Pero la educación necesita un propósito y el propósito debe ser empoderar a nuestra sociedad, para que lo legal y lo legítimo guarde coherencia interna con acciones propositivas y no meramente coercitivas. Con acciones estructurales, con acciones sustentables en el tiempo y no, para llenar horas y horas de televisión, viralizar imágenes por internet o ampliar las arcas con dinero y distracción popular, a los grupos hegemónicos de poder, económico y político, que siguen haciendo del circo romano, la mayor de sus epopeyas.
Esa maquiavélica estrategia de enfrentar hombres y mujeres, olvida que lo que debemos defender es la dignidad del ser humano. Para la humanidad, sólo más humanidad
La violencia es el uso de la fuerza, del poder, de la oportunidad, en forma abierta u oculta, por el cual un individuo obtiene de otro individuo o grupo, aquello que libremente no está dispuesto a consentir. En este contexto, el maltrato, es sólo una manera de ejercer la violencia. El maltrato puede ser físico, psicológico, siempre mediado por el poder que una persona, en forma asimétrica puede ejercer sobre otra u otras, pero, dentro de un contexto de poder social, que lo facilita y legaliza, muchas veces impunemente.
El abuso, es otra forma de ejercer violencia, mediante acciones, pero también omisiones, generalmente dentro de la esfera sexual, por parte de uno o varios victimarios sobre una víctima, que no ha consentido tales acciones u omisiones. 
Entre las violencias físicas que sufren nuestros mayores, más allá de golpes, encontramos algunas menos visibles a los ojos de la sociedad – porque un golpe se ve -, que son las situaciones de abandono de personas, desnutrición, mal cuidado de la salud del ancianx expresado por la sub-medicalización o sobre-medicalización, situaciones habitacionales precarias, contextos de pobreza y exclusión en general.
Las violencias psicológicas son las más frecuentes en el seno de una familia y se expresan fundamentalmente, en la situación de dependencia de los padres ancianos respecto a sus hijos. En estas situaciones de violencia psicológicas, muchas veces se invierten roles. Si el ancianx se encuentra ya inmerso en un contexto familiar violento, más allá del ancianx, éste se convierte por lo general en víctima privilegiada de conductas autoritarias hacia su persona, humillantes, vejadoras, por parte de sus hijxs. El abandono se canaliza a través de la ausencia y la desidia, la falta de un lugar -exclusión psicológica del anciano en desmedro de su identidad subjetiva degradada.
Una forma muy común de violencia que se ejerce desde la familia, es la violencia financiera. Cuando el jubilado cobra una jubilación magra, insuficiente o directamente no cobra nada, hace que el ancianx pierda total autonomía y caiga en la dependencia financiera. Hay hijxs o nietxs que, mediante el abuso de poder y fuerza, obligan al ancianx a deshacerse de su propiedad, o disponen de forma arbitraria y autoritaria de sus bienes, o deciden cualquier situación financiera que atañe al ancianx en relación al grupo, sin que sea necesario mediar con éste y menos, considerar su opinión.
Le suele suceder también a muchos adultos mayores, especialmente si están privados de autonomía y libertad por insuficiencia financiera, perder incluso sus derechos civiles y se les prohíbe en el contexto familiar, el ejercicio del voto. No vale como ancianx, no vale como ciudadanx, en coherencia con una sociedad dónde el tener, garantiza existencia ontológica, pero, el no poseer, como dice Galeano, nos constituye en “los nadies”.
Lo que quiero recalcar más allá de estos tipos de violencias, es que la violencia se ejerce sobre el ancianx, sin distención de razas, géneros, religión o estrato social y en un alto porcentaje lo ejercen aquellos que “cuidan”, especialmente los familiares. Podríamos entonces también decir: “Ni un ancianx menos”. Por eso insisto debemos hablar de violencias.
Como suele pasar en la clínica médica, psicológica, gerontológica o en cualquier trabajo que lleve adelante un profesional de la salud, estos hechos de violencia nunca se suceden de un buen día para otro. Responden siempre a una serie de factores de riesgos que, de la misma manera en que una gota rebalsa un vaso, de la misma forma un día tomamos conocimiento que Ricardo, Jorge, María o Mirta, o cualquiera, está siendo sometido a abuso y / o maltrato.
En general, el contexto se facilita cuando, el anciano sufre o padece problemas cognoscitivos, presenta salud deficiente o daño funcional, motriz severo. Puede suceder que, además, tenga problemas de vivienda, aislamiento social, sufra dependencia económica, dependencia a drogas o enfermedad mental. Estamos ante un contexto familiar con historia de violencias, ya sea principalmente por parte de la pareja y / o los hijxs.
En la consulta geriátrica o gerontológica, en cualquier gabinete psicológico, el profesional, si realiza su labor concienzudamente puede detectar el abuso o maltrato, incluso si la persona anciana nada dice al respecto, porque existen claro está, algunos hechos evidentes que dan cuenta del mismo.
El maltrato del anciano puede surgir de su mismo discurso en forma indirecta, mediado entre miedos, angustias e inseguridades. Puede manifestarse a través de sus conductas y su comportamiento, a través de su aptitud y / o la actitud y aptitud de su cuidadxr, familiar o acompañante. Podemos ver desidia o intolerancia por parte del cuidadxr del ancianx, por la palabra, por el discurso descalificante, por conductas manifiestas y / o encubiertas.
La vestimenta y la higiene son un signo claro respecto a la salud y el cuidado que recibe el ancianx. Prestar atención a estos signos es vital para detectar el maltrato y abandono.
El geriatra en la consulta clínica puede detectar posibles fracturas ocultas o dolor, detectar hematomas, cicatrices, quemaduras, como resultado de la evaluación neuro-psiquiátrica.
También denotan situación de abandono y cuidado, cuando el ancianx requiere de visitas frecuentes a salas de urgencia, por exacerbación de una enfermedad crónica, a pesar de un buen diagnóstico y de un plan de tratamiento acorde. Por diferencias en los relatos entre el ancianx, el cuidadxr y el profesional, impresiciones en los discursos, relatos inespecíficos o fantasiosos. Hallazgos de laboratorio o pruebas médicas que, no guarden antecedentes con la historia clínica del ancianx, o con su motivo de consulta, su relato o su historia referida.
Para finalizar, vuelvo a repetir la importancia del trabajo de los profesionales de salud en equipos inter y multi-disciplinarios. Es clave para la atención integral de una persona, dónde el ancianx encuentre no sólo respuestas y soluciones a sus problemas y sus dificultades, sino también, pueda encontrar un espacio de atenta escucha y contención, un espacio dónde, pueda “descansar” de su triste realidad.
Les dejo finalmente, a modo de recomendacion,  un texto del Secretario de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires, muy pertinente al tema tratado y de reciente aparición, lo que denota que el tema del abuso y el maltrato, en las personas mayores, lejos de ser un tema superado, tiene plena vigencia: Un mal invisible y silencioso.

A todos mis queridos y estimados lectores, muchas gracias por acompañarme con estos tres artículos sobre Envejecimiento y Familia. Como sostenía Borges, ustedes con su lectura, completan la obra.
A los profesionales de Campo Vincular Salud, todo mi agradecimiento por el espacio.
Al Lic. Héctor Ayala, mi especial reconocimiento, por su apoyo, supervisión y permanente confianza.

 *Gustavo J. Pérez Zabatta Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino.


(el presente articulo es parte de los temas a desarrollar en el proximo curso de Psicogerontologia en Campo Vincular Salud)







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jueves, 2 de marzo de 2017

RELACIONES INTERGENERACIONALES. (Envejecimiento y flia II)








   *   Gustavo J. Pérez Zabatta  . 


  "Los que en realidad aman la vida,  son aquellos que están envejeciendo. Sófocles"

En este texto, nos proponemos seguir pensando sobre el proceso de “vejeces” y familia, siguiendo nuestro artículo "Envejecimiento y Familia. Parte I". Ahora, vamos a trabajar especialmente los conceptos de relaciones intergeneracionales, sus implicaciones, pero también sus marchas y contramarchas.   
La soledad en general, suele ser un tránsito duro y difícil. ¿Quién no se ha sentido sólo alguna vez? Incluso estando acompañado, porque la soledad no implica no tener a nadie a nuestro alrededor. La soledad de la que hablamos, tiene una dimensión existencial más profunda y, podríamos decir, muchos destinos.    
¿La soledad porqué y para qué? La soledad como elección. La soledad como alternativa última. La soledad como destino final.
 Nacemos solos, porque nadie nace con nosotros. Aún si el parto es gemelar o mellizos, nacemos de uno en uno. Y finalmente también, morimos solos. Nadie muere con nosotros. Esos instantes, son momentos únicos e irrepetibles en nuestra existencia ontológica.

Pero somos seres sociales y vamos por el mundo, conformando vínculos, que, de alguna manera, satisfagan nuestras necesidades, bajen nuestra angustia, pero posibiliten la vida.

Dentro de esa trama vincular, las relaciones de pares son frecuentes, al igual que las relaciones intergeneracionales, dónde, dos o más personas de distintas generaciones, conviven en un mismo tiempo, tejiendo vínculos que se entrelazan con otros y otros, conformando una red que, da sostén y soporte a nuestras vidas.

Como cualquier tipo de relación, las relaciones intergeneracionales pueden o no ser gratificantes. Están mediadas por las circunstancias, los contextos, las vueltas de la vida. Pero siempre resultan necesarias, porque no somos seres aislados, estamos insertos en sociedades y tenemos a esta “sociedad”, a este afuera, internalizado. Es lo que con muy buen criterio el Dr. Enrique Pichón Rivière denominó Grupo Interno. Ya el Dr. José Bleger, - discípulo de Pichón, nos instaba a superar las falsas antinomias en Psicología como Individuo – Sociedad, Naturaleza – Cultura y otros, con muy buen criterio.

Pero la necesidad de las relaciones intergeneracionales tal vez, se hacen más evidentes y necesarias en la vejez, en la tercera edad. También lo fueron imprescindibles cuando fuimos niños y adolescentes. Porque su importancia en nuestro desarrollo personal, social, emocional y espiritual es clave y es, en el contexto familiar, dónde éstas alcanzan su cumbre, se satisfacen. Pero también su declive. A veces.
   Ya hemos visto la importancia que la familia tiene para nuestros adultos mayores. El rol decisivo que la familia cumple en cuanto a cuidados y asistencia de ancianos, especialmente cuando estamos ante una situación de dependencia, vulnerabilidad. No obstante, debemos acordar que la familia no brinda sólo cuidados al adulto mayor. También transmite sentimientos de pertenencia y seguridad. Su carencia, aumenta en forma notoria las posibilidades de que nuestro adulto mayor, sufra todo tipo de desajustes, con expresiones tanto a nivel biológico, cuanto afectivo, psicológico y social.
   Para un niño, una sana comunicación familiar, propiciada por los adultos, padres y abuelos, expande sus horizontes y le abre posibilidades en sus contextos más frecuentes: la escuela, grupos de pares, clubes. En el adulto mayor, la comunicación familiar, disipa temores, reafirma la autoestima y compensa situaciones de decremento que son propios del proceso de envejecimiento, normales para la edad, pero que sus consecuencias varían, de acuerdo a la posición en que el adulto mayor, se encuentre frente a su familia y su entorno.
   Hoy, contamos con abuelos cada vez más jóvenes y bisabuelos cada vez más frecuentes, lo cual posibilita que las relaciones entre abuelos y nietos, resulte de una intensa significación. Un abuelo por lo general enriquece el contexto familiar, participando activamente en la dinámica del niño que crece en esa familia. Esto le proporciona tanto al niño como al anciano, un mundo de aprendizaje y afectividad que era impensado no muchas décadas atrás.
   Hoy en día encontramos muchos abuelos, con nietos a cargo, dado que los padres trabajan y deben ausentarse buena parte de la jornada. Muchas veces estas situaciones se producen en exceso, tanto por parte de los padres de los niños, que abusan de la “obligación” de los abuelos en el cuidado de los niños, cuanto por parte de los abuelos, que frente a la ausencia no sólo física sino funcional de los padres, toman atribuciones respecto al tipo de educación y vida social que deben a su criterio, llevar estos niños.
Este contacto continuo y cercano por parte de los abuelos con los nietos, en situación de “normalidad”, produce un enriquecimiento a dos vías para ambas generaciones. Los abuelos en general suelen aportar ternura, serenidad, calma y desasosiego, tiempo y escucha, frente a padres que, en la obligación de procurar el sostén económico, suelen delegar esta tarea.
Existen lo que se llama Programas de Relaciones Intergeneracionales, que exceden la relación abuelos – nietos. Son programas públicos y / o privados, que realicen escuelas, ONG, el Estado, otros, entre adultos mayores y niños/as, que no los ligan lazos de sangre, pero que, sin embargo, reciben de éstos el mismo afecto y cariño que abuelos consanguíneos, sino más, y de los niños a ellos, en justa correspondencia.
   A modo de ejemplo, citamos el caso de un Programa Intergeneracional, “Hacer del patio del colegio un espacio de juegos intergeneracionales. “Esta iniciativa se enmarca en un programa intergeneracional conjunto que desarrollan el colegio público de Educación Infantil y Primaria San Ignacio de Algorta y el centro de día Igurco Aiboa de Getxo, puesto en marcha en el anterior curso académico y que en la actualidad ocupa a escolares de sexto curso de Educación Primaria, con edades entre los once y los doce años.”  Y es así cómo las relaciones intergeneracionales, no se agotan y limitan al contexto familiar, sino que podemos encontrar innumerables ejemplos, muchos de ellos exitosos, dónde estos programas, no sólo benefician a los adultos mayores, sino que todas las generaciones que intervienen resultan beneficiadas.   Es muy importante, que eduquemos a nuestros jóvenes en el diálogo con los adultos mayores y viceversa. El resultado, serán generaciones dónde se habrán compensado carencias y se habrá reducido el conflicto social.   

A modo de ejemplificar, mencionaremos un caso dónde, de manera injusta e impune se obstruye el vínculo entre abuelos y sus nietos.   Los protagonistas de esta historia son F.R y A.D., dos abuelos octogenarios y sus dos nietos, quienes tienen hoy, al momento de escribir este artículo, apenas 10 años y 7 años, respectivamente.
   Estos abuelos de lunes a jueves, se encargaban de cuidar a sus nietos, los mediodías los iban a buscar al colegio y al jardín respectivamente, proceder dentro del sistema familiar, que se dio asi desde muy temprana epoca para facilitar la funcionalidad de dicho sistema dada la disponbilidad laboral de los padres de los niños.    Los cuatro, nietos y abuelos, desarrollaban en plena armonia, mencionada por ellos mismos, las actividades cotidianas: los abuelos les daban de comer, jugaban con ellos, hacían las tareas escolares, pasaban toda la tarde juntos hasta que legara la hora en que su madre, generalmente, los recogia.  La sensacion manifiesta por cada uno era de sentirse felices, y en el caso de los abuelos, felices y necesarios al poder tener cerca a sus nietos y ayudar a los padres de los mismos. 
 Pasado el tiempo, ante la separacion de los padres de estos niños se presenta un proceso judicial donde aparecen cuestiones economicas, ejercicio de presiones y de falsas denuncias en un Juzgado de Familia de la Provincia de Buenos Aires. A partir de allí, esos niños no sólo no han podido estar con su padre, tampoco pudieron estar más con sus abuelos. El hecho que la denuncia  era contra el padre. ¿Qué tenían que ver los abuelos? Incluso los mismos niños,  en el Juzgado,  manifestaban querer estar con ellos. 
    Sin tener en cuenta la palabra de los niños, por decision unilateral  no sólo pierden  todo vínculo con su papá sino también con sus abuelos. No obstante, luego de una ardua y extensa lucha tras una presentación judicial, - un año después de la misma -, la abuela logra un régimen de visita informal. Verían a sus nietos, cada cinco días durante dos horas, en un espacio abierto y publico (shopping).  
    Durante algunos meses esos dos abuelos, mayores de ochenta años, con frío, calor, viento, lluvia, o la condición que fuera, cada quince días, "veían" a sus nietos.    
Por su parte, la madre de los chicos, empleando una estrategia deliberada de obstrucción, buscó todas las maneras posibles de “destruir” ese régimen de visita informal. Argumentando que los niños se “aburrían”, llevaban amiguitos de los menores para que, estos abuelos de más de ochenta años tuvieran también que cuidar de ellos. Esto lo hizo desde inicio del régimen de visita y, el Juzgado había acordado las visitas precisamente porque los niños querían ver a sus abuelos. 
    Imagínemos ahora dos personas mayores en un shopping con cuatro, cinco niños corriendo por alli, queriendo ir a los juegos, aquí, allá y, con la responsabilidad que eso comportaba no sólo para con sus propios nietos, sino también tener que cuidar a sus amiguitos; sumado a esto, los gastos en que estos abuelos incurrían: alimentación, casa de comida rápida, juegos electrónicos, golosinas, etc. Demasiado para dos jubilados que sólo ganaban una jubilación mínima, que tomaban el colectivo para ir a ver a sus nietos, incluso A.D (el abuelo) refiere que se ha presentado enfermo con fiebre, para no perder esas dos miseras horas cada quince días.    Ante esta situacion, manifiestan que sí querían estar con sus nietos, pero sin amiguitos; ante lo cual la madre de los chicos (abogada, no es un dato menor) realiza una presentación judicial exponiendo que los niños no deseaban ver a sus abuelos. Contradiciendo lo planteado en el inicio del proceso, donde los niños habían manifestado en el juzgado que sí querían ver a sus abuelos y ahora, ¿porque decían que no?  
 En el juzgado nuevamente, sin investigar o tomar medidas adecuadas, se desoye a los mas vulnerables, los ancianos y los niños.  Vulnerabilidad y desproteccion, el resultado: sin régimen de visita provisorio informal. 
 Pasado un año que estos nietos no ven a sus abuelos, y estos a sus nietos. La justicia tardó más de un año en realizar la primera audiencia para establecer un régimen de visita provisorio, al que muy inteligentemente la madre interrumpe obstruyendo el vínculo y la justicia en su ineficacia, acompaña sin tener en cuenta los lazos afectivos y necesarios, que producen, tal como mencianabamos, "un enriquecimiento a dos vías para ambas generaciones".
Estos abuelos ya muy grandes, viven en una gran tristeza. Creemos que esos niños, en su interior, también. Seguramente no se lo explican. No pueden entender. Todos pierden...
 
Esta historia no es un caso aislado. Son miles y miles de casos que a diario se vive hoy en día dónde, por egoísmos, odios, “problemas de los grandes”, niños y abuelos pierden todo contacto con una parte de su familia. Pero, además los niños, pierden para siempre, parte de su identidad que jamás recuperarán. Estos vínculos quebrados, enajenados para siempre, son de muy difícil reparación. Dos viejos, muchos viejos, miles de viejos, mueren de tristeza y dolor. La peor de las enfermedades. Los peores síntomas.


(el presente articulo es parte de los temas a desarrollar en el proximo curso de Psicogerontologia en Campo Vincular Salud)


 *Gustavo J. Pérez Zabatta:  Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino.




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miércoles, 22 de febrero de 2017

La naturaleza del Bienestar


Vivir es nacer a cada instante




  *  ERICH FROMM.


   El primer intento de dar una definición del bienestar puede ser éste: el bienestar es estar de acuerdo con la naturaleza del hombre. Si vamos más allá de esta declaración formal surge la pregunta: Qué es estar de acuerdo con las condiciones de la existencia humana? Cuáles son esas condiciones?
   La existencia humana plantea un problema. El hombre es lanzado a este mundo sin su voluntad y retirado de este mundo también sin contar con su voluntad. A diferencia del animal, que en sus instintos tiene un mecanismo innato de adaptación a su medio y vive completamente dentro de la naturaleza, el hombre carece de este mecanismo instintivo. Tiene que vivir su vida, no es vivido por ella. 
   Está en la naturaleza y, sin embargo, trasciende a la naturaleza; tiene consciencia de sí mismo y esta consciencia de sí como un ente separado lo hace sentirse insoportablemente solo, perdido, impotente.
   El hecho mismo de nacer plantea un problema. En el momento del nacimiento, la vida le plantea una pregunta al hombre, y él debe responder a esta pregunta. Debe responderla en todo momento; no su espíritu, ni su cuerpo, sino él, la persona que piensa y sueña, que duerme y come, que llora y ríe, el hombre total. Cuál es la pregunta que plantea la vida? La pregunta es: cómo podemos superar el sufrimiento, el aprisionamiento, la vergüenza que crea la experiencia de separación; cómo podemos encontrar la unión dentro de nosotros mismos, con nuestro semejante, con la naturaleza?    El hombre tiene que responder a esta pregunta de alguna manera; y aún en la locura se da una respuesta, rechazando la realidad fuera de nosotros mismos, viviendo completamente dentro de la caparazon  de nosotros y superando así el miedo a la separación.
   La pregunta es siempre la misma. No obstante, hay diversas respuestas o, básicamente, hay sólo dos respuestas. Una es superar la separación y encontrar la unidad en la regresión al estado de unidad que existía antes de que despertara la consciencia, es decir, antes del nacimiento del hombre. La otra respuesta es nacer plenamente, desarrollar la propia consciencia, la propia razón, la propia capacidad de amar, hasta tal punto que se trascienda la propia envoltura egocéntrica y se llegue a una nueva armonía, a una nueva unidad con el mundo.
   Cuando hablamos de nacimiento nos referimos por lo general al acto de nacimiento fisiológico que se produce para el infante humano alrededor de los nueve meses después de la concepción. Pero en muchos sentidos se valora demasiado la importancia de este nacimiento. En muchos aspectos importantes, la vida del niño, una semana después de nacido, se parece más a la existencia intra-uterina que a la existencia de un hombre o una mujer adultos. Hay, sin embargo, un aspecto único del nacimiento: se rompe el cordón umbilical y el niño inicia su primera actividad: la respiración. Cualquier rompimiento de los lazos primarios es posible, desde este momento, sólo en la medida en que este rompimiento vaya acompañado de una verdadera actividad.
   El nacimiento no es un acto, es un proceso. El fin de la vida es nacer plenamente, aunque su tragedia es que la mayoría de nosotros muere antes de haber nacido así. Vivir es nacer a cada instante. La muerte se produce cuando ese nacimiento se detiene. Fisiológicamente, nuestro sistema celular está en un proceso de continuo nacimiento; psicológicamente, sin embargo, la mayoría de nosotros dejamos de nacer en determinado momento. 
   Algunos nacen muertos; siguen viviendo fisiológicamente si bien, mentalmente, su aspiración es volver al seno materno, a la tierra, a la oscuridad, a la muerte; están locos, o muy cerca de estarlo. Otros muchos van un poco más lejos por el camino de la vida. No obstante, no pueden romper el cordón umbilical del todo, por decirlo de alguna manera; permanecen simbióticamente ligados a la madre, al padre, a la familia, la raza, el Estado, la posición social, el dinero, los dioses, etc.; nunca surgen plenamente como ellos mismos y, en consecuencia, nunca nacen plenamente.

__  Fragmento extractado de  "Budismo Zen y Psicoanálisis."  - D. T. Suzuki, E. Fromm.-  Fondo de Cultura Económica.




 *  ERICH FROMM.   Destacado psicoanalista y humanista alemán y uno de los principales renovadores de la teoría y práctica psicoanalítica a mediados del siglo XX. Libros destacados: "El miedo a la libertad", "El arte de amar", "¿Podrá sobrevivir el hombre?", "Del tener al ser", etc.


   Fotografia: Joel Robinson.









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jueves, 16 de febrero de 2017

Envejecimiento y Familia.






  *   Gustavo J. Pérez Zabatta  . 


"¡Que importantes son los abuelos en la vida de la familia  para comunicar ese patrimonio de humanidad y de fe  que es esencial para toda sociedad!"  (PAPA FRANCISCO. Reflexión antes del rezo del Ángelus, JMJ Río 2013, 26/07/2013)

Cuando me propuse trabajar el tema envejecimiento y familia, inmediatamente surgieron en mí una serie de preguntas, que al tiempo que me interrogaba, me movilizaban, resonándome todo tipo de historias. De las buenas. De las malas.
¿Cuál es el lugar de un adulto mayor, en la estructura familiar del siglo XXI? ¿Qué vínculos establecen hoy con sus hijos, con sus nietos? ¿Qué relaciones establecen con el resto de su familia? ¿Y con los vecinos, amigos, otros? ¿Podemos hablar hoy, de solidaridad intergeneracional? ¿Qué podemos decir de los cuidadores de ancianos y de sus cuidados? ¿Cómo afectan la situación socio – económica estos vínculos familiares y sociales en general? ¿Por qué el abuso y maltrato en la vejez, suele tener como protagonistas a los propios miembros de la familia, en un alto porcentaje?
Es así que dividiré este trabajo en tres partes. En una primera trabajaré las temáticas del proceso de envejecimiento y su relación con los tipos de familia. Una segunda parte dedicada a las relaciones intergeneracionales y una tercera dedicada al abuso y maltrato del adulto mayor, en el seno familiar.
Por lo menos desde que nacemos, - no pocos sostienen que antes -, nos vinculamos con otro. Partimos desde un lugar inicial de auto-indefensión total, de suma dependencia y de necesidad de cuidados. Nuestro psiquismo, va desplegando una “ligazón” libidinal con aquel objeto exterior (o inicialmente interior, no podemos dar cuenta) con el propósito de poder garantizar nuestra existencia. Son estos primeros vínculos, familiares y sociales, desde edades muy tempranas, los que marcarán la huella del camino que recorremos, nuestros futuros vínculos, nuestras formas de relacionarnos, nuestra manera de ser con y junto a otros.
El sigo XX, de la mano de sus avances en materia de salud y bienestar, trajo efectos demográficos que produjeron, cambios en la estructura familiar impensables en otros momentos. Hoy, una persona de mediana edad, 40, 50, 60 años, cuenta aún con uno de sus padres vivos o incluso a ambos. Ser adulto mayor e incluso abuelo, dejó de ser un privilegio. La abuelitud es una condición que incluso podemos vivirlo a edades muy tempranas. A todo esto, por convención, se lo suele llamar tercera edad.
Podemos ver hoy familias ampliadas, de cuatro generaciones, conviviendo o no juntos. Porque cuando decimos conviviendo, no nos referimos a que viven bajo el mismo techo. Esto cada vez es menos frecuente. Nos referimos a el concepto amplio de familia, incluso, hasta forzado en algunos casos.
De manera tal que, en el Siglo XXI no resulta raro ver que la red familiar se ha ampliado. Podemos hablar de familias con hijos, padres, nietos, abuelos y bisabuelos. Por supuesto que, esta condición numerosa familiar ha traído cambios y modificaciones en las relaciones intrafamiliares.
La familia del Siglo XXI, ha sufrido cambios notables en todos sus niveles. Cambios en su imagen, en las relaciones de pareja, en sus relaciones contractuales legales, en las relaciones padres e hijos e, hijos y padres entre sí. En su dinámica, en su función, en sus roles.
Al modelo único tradicional de familia se le han sumado nuevos modelos como el matrimonio alianza, el matrimonio fusión y el matrimonio asociación. A su vez, si consideramos la cantidad de miembros, a la familia tradicional conocida como nuclear, compuesta por los esposos o pareja y los hijos, podemos sumarle la ampliada o extensa, dónde incluimos a los abuelos, bisabuelos, otros parientes, etc.
No obstante, hoy en día, es cada vez más visible el incremento de hogares unipersonales. Todo esto a consecuencia del aumento significativo de los divorcios, el descenso de la voluntad de cohabitar por parte de las personas – por lo menos a tiempo completo – y, las llamadas familias monoparentales. Todo este escenario, se ha fortalecido con el descenso de la fecundidad y el retraso por parte de las parejas en encarar proyectos tales como maternidad o paternidad, en virtud de la situación socio económica, las obligaciones laborales y la preferencia por proyectos profesionales, antes que familiares. En la mayoría de los países desarrollados, mientras la tasa de longevidad sube, la tasa de natalidad baja.
Pero, “¡Ay, si la veteranía fuese un grado...! Si no se llegase huérfano a ese trago... “ Fragmento Llegar a Viejo. Joan Manuel Serrat.
 Y es en este escenario donde surgen las vejeces. Y hablamos de vejeces y no de vejez, porque entendemos desde la gerontología, cada proceso de envejecimiento como singular, único e irrepetible. Y a la vuelta del recorrido entonces, vamos a poder visualizar otro prejuicio. Otro más de los tantos, que sufren nuestros adultos mayores. Y es la orfandad de la vejez, como rezan los versos de Serrat. Pero, la orfandad de la vejez o mejor dicho de las vejeces, creemos tiene que ver con una situación existencial, no resuelta por cada ser humano, pero también colectiva y social, más que con nuestra propia vejez.
Nuestras vejeces pueden brindarnos un tiempo de aislamiento y oscuridad, y el imaginario social de nuestra sociedad prejuiciosa de esto mucho sabe. Pero también, un tiempo inconmensurable para estar con y junto a otros, para revitalizar y reavivar nuestros vínculos, para generar nuevos o ponerles fin a vínculos tóxicos, desgastados, sin valor agregado. Diríamos entonces: “Ay, si el hombre”. Porque somos nosotros mismos, desde nuestra autoconsciencia, que nos cuesta aceptar la propia finitud, la angustia, el desconsuelo. Recurrimos al mecanismo de echarle la culpa al otro, de proyectar en el otro, de patear la pelota fuera, dónde resulta la vejez o las vejeces de los otros, la invitada ideal que paga los platos rotos, por aquello que no supimos construir a lo largo de nuestras vidas o, vemos en otros lo que no podemos aceptar en nosotros mismos. Porque el envejecimiento no se nos “amaneció” con el sol de la mañana. Fue y es un proceso de cada día. De toda la vida.
Por lo general, a los adultos mayores no les gusta que se los llame abuelos, especialmente si no lo son, es decir, si no tienen nietos. La abuelitud es un rol, que se ejerce como cualquier otro rol, de acuerdo a nuestras historias y relaciones anteriores. Lo previo remite a esas huellas vinculares de las que hablábamos al inicio. Suele suceder que, las relaciones entre los abuelos y los nietos están condicionadas por las relaciones previas que existen entre estos padres de sus padres y los padres de sus nietos. Y así tenemos los “abu”, “nonno”, “nonna chiquita”, “tata”, “mamá grande”, “mamá vieja”, etc.
Existen distintos modelos de abuelitud: los hay distantes, pasivos, activos, comprometidos, ausentes, etc. Por lo general los abuelos son percibidos en forma muy positiva cuando los nietos son pequeños y, menos, cuando se hacen grandes, cuando crecen. Especialmente si estos abuelos participaron de su cuidado, resultando de esta forma, figuras significativas que se inscriben en su psiquismo de acuerdo a estas intensidades y experiencias vividas.
Entre los adultos mayores y la familia, se van a producir relaciones recíprocas, en la medida que las capacidades físicas y económicas, acompañen de buen grado estas relaciones. En un mundo envejecido, las personas vivimos más. Esto trae aparejado, un aumento de las enfermedades crónicas dependientes. Esta situación produce que, sea por lo general la familia la que inicialmente cuide y atiende en su propio domicilio o en el domicilio del adulto mayor, al anciano dependiente o en vías de serlo.
A medida que la dependencia avanza, se prolonga en el tiempo, la familia lo empieza a vivenciar como un serio problema, limitante, dado que siente una exigencia progresiva en el cuidado, aumentan las presiones, se agotan los tiempos y, el adulto mayor se vuelve más y más dependiente. Es en este momento cuando comienza a considerarse seriamente en el seno familiar, la necesidad de institucionalizar al anciano, medida que a prima facie, produce “alivio” ante la creciente exigencia.
Una familia positiva le brinda al paciente geriátrico en su atención, afecto y contención. Esto puede extenderse al momento de la institucionalización. Es verdad que, desde el campo gerontológico, estamos a favor de no institucionalizar al anciano hasta que no haya otra alternativa posible. Pero una vez sucedido, la familia suele desentenderse por completo. Y esto no tiene por qué resultar de esta manera. La familia puede seguir procurándole el afecto que éste estaba acostumbrado a recibir dentro del hogar. Aunque por lo general el desentendimiento, es por lo general, mera continuidad de lo que ya venía sucediendo en el hogar.
Hablábamos antes de relaciones recíprocas entre los ancianos y la familia. En estas relaciones, la familia ayuda al anciano y éste a la familia. ¿Pero qué pasa cuando no existe tal solidaridad y reciprocidad? Lo que se ve en la práctica es que las relaciones entre los ancianos y la familia (hijos, nietos), pasan por dos etapas. Una primera sin conflicto, cuando el anciano es auto-válido independiente, física y económicamente e incluso ayuda con dinero a los hijos y con cuidados a los nietos, para que sus padres puedan trabajar. Y la segunda es la que más o menos describimos en los párrafos precedentes, cuando el anciano ya no puede valerse por sí mismo.
Podríamos suponer que, ante la necesidad de cuidados de un adulto mayor, los integrantes adultos de una familia, compartirán responsabilidades. No obstante, lo que en general sucede es que son las mujeres, especialmente si son solteras, viudas o sin hijos a cargo, las que “sienten” que están obligadas a convertirse en las cuidadoras de ese anciano no auto-válido. La mayoría de los hijos varones o nietos, ayudan desde lo económico, reproduciendo en esta etapa evolutiva de sus padres, el mismo esquema del “macho proveedor”, con el cual sus padres varones ahora ancianos, contribuyeron con ellos en su infancia. Debemos reconocer, no obstante, que muchas de estas modalidades y roles están cambiando en la sociedad.
Volviendo a la mujer, su condición de género o estatus de soltera, viuda, etc., no la forma para ser cuidadora de una persona dependiente. Esto genera muchas veces, de un cuidado poco experto de la persona dependiente y de un desgaste físico, emocional en la mujer en su nuevo rol de “cuidadora” que pronto estalla en conflictos intra-familiares, con desatenciones, reclamos y un deterioro en la calidad de vida de todo el contexto familiar. Es el momento de la institucionalización como única alternativa. Sin embargo, ni es el momento, ni es la única alternativa. Hoy en día, cada vez más personas estudian y se esfuerzan por formarse como “cuidadoras / es” capacitadas / os, especializados, e incluso con certificaciones oficiales. Así nace una de las salidas laborales que más está creciendo en nuestros días, que es el de acompañante terapéutico gerontológico, asistente geriátrico y / o gerontológico, etc. Es que, si vamos a un mundo cada vez más envejecido, veremos cada vez más enfermedades crónicas que terminan en la dependencia y por ende, la necesidad, cada vez más visible de personas especializadas en estas labores.

La ventaja de contar con profesionales en el cuidado de ancianos dependientes, es que pueden identificar los factores de riesgos en las familias, que posibilitan, se evite la institucionalización temprana del adulto mayor, interviniendo no sólo en los cuidados de la persona dependiente, sino también sobre los cuidadores familiares primarios - nuestra buena mujer desgastada física y emocionalmente -, y aportar al sostén y al apoyo necesario, que evite esos conflictos intra-familiares desatados a los que hicimos referencia, cuando no se obra de manera correcta, ya sea por desidia, ingenuidad o peor aún, por ignorancia.
(el presente articulo es parte de los temas a desarrollar en el proximo curso de Psicogerontologia en Campo Vincular Salud)

* *Gustavo J. Pérez Zabatta:  Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino. 
    Fotografia:  Elliot Erwitt





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