"la práctica de la compasión es una medicación que restablece la serenidad cuando uno se encuentra muy agitado" |
* Diálogo entre el DALAI LAMA y diversos científicos, psicólogos y filósofos
"" –Hablando en términos generales –intervino entonces el Dalai Lama, que parecía tener muchas cosas que decir, antes de comprometerse con la práctica budista - uno debe tener en cuenta cuál es su objetivo y cuáles son sus beneficios. Éste es un procedimiento muy práctico y, si usted se salta este estadio, lo más probable es que, cuando se le diga que cultive la compasión, desarrolle algo artificial que carezca de todo interés.
Un procedimiento utilizado tradicionalmente por el budismo para el cultivo de la compasión, por ejemplo, consiste en contemplar a cualquier persona como si se tratara de nuestra propia madre. Ya sé que no es posible demostrar de forma lógica que un determinado ser ha sido realmente nuestra madre en una vida pasada, pero ésa no es razón para no contemplar a todos los seres como si fueran nuestra madre. ¿Y por qué deberíamos hacer tal cosa? Porque el hecho de considerar a un individuo como si fuera nuestra madre evoca naturalmente el sentimiento de afecto, aprecio, amabilidad y gratitud. Poco importa, cuando uno reconoce esa motivación profunda, que haya sido nuestra madre o no, porque basta entonces con cobrar conciencia del beneficio y del propósito de esta práctica para estar en condiciones de acometerla.
De manera parecida, uno de los antídotos utilizados tradicionalmente para contrarrestar el apego –el verdadero apego- consiste en apelar a la imaginación. En tal caso, por ejemplo, uno imagina el mundo cubierto de huesos y esqueletos, una forma, por supuesto, muy poco gratificante y satisfactoria de contemplar la realidad. ¿Por qué diablos debería uno hacer tal cosa? ¿No es acaso mucho más amable contemplar el mundo cubierto de flores? Pero no es difícil comprender que este tipo de reflexión puede ayudarnos a liberar la mente del apego. Se trata de un medio hábil para neutralizar lo que nos inquieta, una forma de contrarrestar todo aquello que perturba nuestro bienestar. Quienes sean capaces de reconocer que el problema se asienta en su propia mente podrán verificar y comprobar por sí mismos la eficacia de este método.
Uno podría tener la impresión de que el cultivo del amor y de la compasión es algo que hacemos por los demás, una especie de ofrenda que realizamos al mundo, pero, en realidad, ésa es una forma muy superficial de ver las cosas. La experiencia directa pone claramente de manifiesto que el primer beneficiado de la práctica de la compasión es uno mismo.
La práctica de la compasión nos reporta, por así decirlo, un beneficio del cien por cien, mientras que el beneficio que supone para los demás es tan sólo del cincuenta por ciento. Así pues, uno mismo es el principal beneficiario del cultivo de la compasión.
Luego, el Dalai Lama señaló que, en las escrituras budistas, el bodhisattva –la persona que alcanza un elevado nivel de logro espiritual mediante la práctica de la compasión- disfruta de una gran felicidad y bienestar debido a que desarrolla un nivel inusual de amor y de compasión que le permiten amar al prójimo más que a sí mismo.
–Mi pequeña experiencia al respecto –confirmó Paul Ekman, que se había visto gratamente sorprendido por la actitud emocional sostenida por el Dalai Lama- durante todo el encuentro me ha permitido descubrir que el afecto y el respeto por los demás nos fortalece internamente y nos hace sentir más tranquilos y felices. Es cierto que no se trata de una panacea que resuelva todos los problemas, pero ¿a quién le importa? En tal caso, las circunstancias adversas pueden hacernos sentir mal durante unos instantes, pero luego nos recuperamos con más prontitud y volvemos a sentirnos en paz.
–Yo creo que la práctica de la compasión es una medicación que restablece la serenidad cuando uno se encuentra muy agitado –concluyó el Dalai Lama. Y es que la compasión es el principal de los tranquilizantes.
Durante todo su comentario sobre la compasión, el Dalai Lama se mostró muy animado y se manifestaba con gestos muy vigorosos que expresaban claramente su interés por el tema.
–Ustedes saben –señaló entonces Matthieu, ampliando el marco del debate- que la Declaración de los Derechos Humanos tiene cincuenta y ocho artículos. Pero en nuestra relación con los demás, hay un artículo que los resume a todos, es decir, que nadie quiere sufrir y que los demás quieren –y tienen el mismo derecho que nosotros– a ser felices. Esta sencilla afirmación resume, en última instancia, toda la Declaración de los Derechos Humanos.
* fragmento del libro "Emociones destructivas"; Daniel Goleman compila y documenta los diálogos que mantuvo el Dalai Lama y un selecto grupo de eruditos budistas, psicólogos, neurocientificos y filósofos reunidos para comprender, dilucidar y combatir las emociones destructivas.
Fotografia: Nico Fredia
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