martes, 3 de enero de 2017

CALIDAD DE VIDA; UN BUEN ENVEJECER.




La experiencia no es lo que le sucede a uno,  sino lo que hace uno con lo que le sucede.  A.Huxley

  
*Gustavo J. Pérez Zabatta  . 

Podemos trabajar la expresión “calidad de vida” como un concepto científico, que goza actualmente de excelente prestigio en las áreas de atención en general y en particular, la vejez. Su abordaje académico se ha visto reconocido como tema multidisciplinario. Es lo que se dice: “goza de buena prensa” entre los trabajadores y profesionales de la salud, trabajadores y profesionales de la gerontología y la geriatría, la comunidad científica en general.   No es un concepto nuevo. Ya los griegos, los romanos y los egipcios lo anteponían al concepto de sufrimiento, en sus tratados de filosofía y ética. Fue evolucionando con los siglos, y desde el plano individual asociado al cuidado de la salud, se extendió al plano político, económico, gubernamental con políticas de salud e higienes públicas. La modernidad lo encontró asociado a los derechos humanos, laborales y ciudadanos.
A partir de los años 70 del siglo que dejamos, comenzó a ser de gran interés para las ciencias sociales, dado la mayor sobrevida de la población, fenómeno éste, que va en aumento, prácticamente en todas las regiones del mundo. Pero el aumento demográfico trajo también, un incremento en las enfermedades crónicas e invalidantes, por lo que la “cantidad de vida” corre en paralelo y se enfrenta al gran desafío de sumarle, calidad de vida.
Pero el concepto o expresión calidad de vida no es patrimonio solamente de las ciencias y los actores y factores sociales ya descriptos. Ha encarnado de manera considerable en nuestros días, y se refleja en nuestro lenguaje popular, de manera explícita o no, dado que el avance en materia de derechos y los aspectos éticos sociales, han posibilitado que la población tome consciencia, que la calidad de vida, es una aspiración que le pertenece a todo ser humano.
Cuando hablamos de calidad de vida lo hacemos desde un concepto multidimensional, dónde incluimos las condiciones materiales a las que está sujeto un individuo, sus beneficios derivados, lo factores económicos, políticos, de empleabilidad y fundamentalmente, tenemos muy en cuenta los contextos, el medio social particular dónde estas variables se desarrollan, estándares, valores, sistemas sociopolíticos en general, es decir, todo su entorno. Mientras la cantidad de vida es fácilmente mensurable, la calidad de vida, presenta una serie de dificultades, dado que posee categorías o variables, difíciles de mensurar, tales como la “felicidad”, el “bienestar”, la “moral”, etc.  
En cuanto a los adultos mayores, el concepto de calidad de vida se juega, en la intersección de una contradicción, entre el interés que invierte nuestra sociedad en el objetivo de acrecentar la vida, cantidad de años, y el rechazo y prejuicio que sufre el producto de este proceso que es la vejez. Todos sabemos que, en nuestra sociedad occidental, la vejez no sólo no “goza de buena prensa”, sino que, además, la vemos como un problema y no como un logro, del que tomamos consciencia muchas veces, cuando los años como si fueran agua, nos está tapando la cara. 
Todos los estudios científicos demuestran que, una mejor calidad de vida a lo largo de las distintas etapas evolutivas, implica un buen envejecer. El modelo tradicional de envejecimiento nos proponía lo que se denomina una “herradura”: crecimiento, estabilidad, declinación. Hoy, consideramos un nuevo modelo de envejecimiento, dónde la vejez puede ser alcanzada con cierta plenitud, quedando un largo tiempo de felicidad y gozo, con mayor medida al que podemos disfrutar en otras etapas, dado que lo que ha declinado considerablemente, no son nuestras aptitudes y habilidades bio-psico-sociales, sino, las responsabilidades familiares, los temas laborales y se ha incrementado, la posibilidad de ocio y el tiempo libre, que amerita una desestructuración y re-estructuración de toda nuestra vida cotidiana.      
Como decíamos antes, medir la calidad de vida no es fácil y por supuesto, no hay consenso sobre esto. Pues no se trata cuando hablamos de calidad de vida, de considerar sólo las condiciones objetivas de ésta (factores económicos, salud – enfermedad, factores culturales, geográficos, etc.). Debemos tener en cuenta en cambio, una multiplicidad de otros factores o condiciones subjetivas, entre ellas, la autopercepción, que es para decirlo rápidamente y de una manera simplista, el cómo se percibe, se ve, se siente, se describe a sí mismo, el anciano, nuestro adulto mayor. Cada sujeto, cada individuo, tiene una percepción que es subjetiva, particular y singular y cada uno de nosotros habrá de percibir el gozo y la satisfacción de vivir, de acuerdo a estos parámetros internos.     
La dimensión subjetiva de la calidad de vida en el anciano, implica un bienestar psicológico que requiere sea tramitada con especial significación, para poder alejarse del modelo tradicional de envejecimiento, que propone la imagen de un anciano gastado, cansado y depresivo. Tal vez, en sujetos más añosos, cuarta edad, mayores de 80 / 85 años, dónde la fragilidad comienza siendo un problema, dónde hay mayor desgaste físico y psíquico, todos factores que conducen a la dependencia, podemos asemejarnos al modelo tradicional de envejecimiento, pero, con las posibilidades que hoy cuenta la sociedad, la calidad de vida podría ser un objetivo, que se mantenga aún en condiciones adversas. Porque es precisamente también, desde la dependencia y la discapacidad, que se tiene que doblegar los esfuerzos y siempre poner en foco, que el anciano tiene derecho a la mejor calidad de vida posible, a pesar de las circunstancias.     
Es aquí donde desempeñarán un rol decisivo los profesionales de la salud, pero fundamentalmente, los familiares y amigos del adulto mayor, pues será en este entretejido social vincular, en este entramado que sirve de sostén y soporte a las condiciones adversas, dónde el adulto mayor, podrá desplegar sus capacidades resilientes y evitar la caída de su calidad de vida.   
Es en este punto dónde articulamos autopercepción y calidad de vida, experiencia y acción, para trasladarnos más allá de las condiciones objetivas en la que vive el adulto mayor, hacia una re-significación profunda y un reencuentro con sí mismo. En cómo vive esas condiciones de acuerdo a su subjetividad desplegada en base a su trabajo realizado del pasado y el presente, podrá proyectar un futuro, aún de plazos cortos, pero siempre proyectar. Porque de lo que se trata como decía el maestro Pichón Rivière, es de “planificar la esperanza”.      
La plasticidad para adaptarse a los cambios, la predisposición a generar nuevos vínculos o afianzar los propios, la disposición para seguir aprendiendo, compartiendo, intercambiando con otros, pares o no, afianzando esa red social vincular que lo sostiene, pero a la vez lo impulsa, es lo que le permitirá a nuestro adulto mayor saber que siempre hay un futuro, aun cuando ese futuro se vea teñido por arduas dificultades.    
Como profesionales de la salud, debemos trabajar para eros, que es trabajar co-pensando y co-acompañando a ese adulto mayor, en su proceso de incrementar su autoestima, su satisfacción personal. Para que el adulto mayor pueda darse el permiso necesario para disfrutar, soñar, acceder a las cosas que alguna vez quedaron en el pasado pero que sin embargo puede re-actualizar en su presente, y que le otorga gratificación. Hablamos de aquellos deseos, asignaturas pendientes, gozos insatisfechos, oportunidades dejadas para más adelante, etc. Muy bien, ese tiempo ya ha llegado. Es ahora y es en el aquí de su tiempo y su espacio.     
Debemos ayudar a que nuestros viejos se liberen de prejuicios, de obstáculos, de falsos mitos e ideas erróneas acerca de la vejez y de lo que es el envejecimiento. Cada etapa trae consigo la posibilidad de potenciar en el ser humanos, el despliegue de su creatividad y firme voluntad. Que nuestro anciano pueda reconocer en su etapa de vejez, estas posibilidades, le permitirá vivirlas sin culpas, con firme decisión y, a pesar de prejuicios. Esta es la base para que su calidad de vida sea estimable por sí mismo y pueda desplegar su más profundo y auténtico ser.    
Puede realizar actividades, tareas, acciones, no sólo por distracción o esparcimiento, sino por gratificación y auto-realización personal. Lograr estos objetivos le permitirá a nuestro adulto mayor alejar aquellos fantasmas de la vejez, construidos socialmente y a los cuales debe oponerse firmemente, en consideración a su propio derecho y empoderamiento.
Calidad de vida para un buen envejecer. Esta es la propuesta. Auto-cuidado, autonomía, adaptación activa a la realidad y a los cambios, sabiendo de las limitaciones, pero también, de que una frontera si no se puede cruzar a pie, podrá hacerse por otros medios. Y en el caso de que no se trate de cruzar fronteras, sino simplemente se trate de sortear el obstáculo de la contradicción, entre el interés por incrementar la cantidad de años, y el rechazo y repudio que la sociedad siente por la vejez, le pueda demostrar con su ejemplo como dice Joan Manuel Serrat que cuidado: “todos llevamos un viejo encima”.    
"Calidad de vida en la vejez. Autoconcepto" 
 

*Gustavo J. Pérez Zabatta:  Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino
 Fotografia:  Elliot Erwitt.


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