La experiencia no es lo que le sucede a uno, sino lo que hace uno con lo que le sucede. A.Huxley
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*Gustavo J. Pérez Zabatta .
Podemos trabajar la expresión “calidad de vida” como un concepto
científico, que goza actualmente de excelente prestigio en las áreas de
atención en general y en particular, la vejez. Su abordaje académico se ha
visto reconocido como tema multidisciplinario. Es lo que se dice: “goza de
buena prensa” entre los trabajadores y profesionales de la salud, trabajadores y
profesionales de la gerontología y la geriatría, la comunidad científica en
general. No es un concepto nuevo. Ya los griegos, los romanos y los egipcios lo
anteponían al concepto de sufrimiento, en sus tratados de filosofía y ética.
Fue evolucionando con los siglos, y desde el plano individual asociado al
cuidado de la salud, se extendió al plano político, económico, gubernamental
con políticas de salud e higienes públicas. La modernidad lo encontró asociado
a los derechos humanos, laborales y ciudadanos.
A partir de los años 70 del siglo que dejamos, comenzó a ser de gran
interés para las ciencias sociales, dado la mayor sobrevida de la población,
fenómeno éste, que va en aumento, prácticamente en todas las regiones del
mundo. Pero el aumento demográfico trajo también, un incremento en las
enfermedades crónicas e invalidantes, por lo que la “cantidad de vida” corre en
paralelo y se enfrenta al gran desafío de sumarle, calidad de vida.
Pero el concepto o expresión calidad de vida no es patrimonio solamente
de las ciencias y los actores y factores sociales ya descriptos. Ha encarnado
de manera considerable en nuestros días, y se refleja en nuestro lenguaje popular,
de manera explícita o no, dado que el avance en materia de derechos y los
aspectos éticos sociales, han posibilitado que la población tome consciencia,
que la calidad de vida, es una aspiración que le pertenece a todo ser humano.
Cuando hablamos de calidad de vida lo hacemos desde un concepto
multidimensional, dónde incluimos las condiciones materiales a las que está
sujeto un individuo, sus beneficios derivados, lo factores económicos,
políticos, de empleabilidad y fundamentalmente, tenemos muy en cuenta los
contextos, el medio social particular dónde estas variables se desarrollan,
estándares, valores, sistemas sociopolíticos en general, es decir, todo su
entorno. Mientras la cantidad de vida es fácilmente mensurable, la calidad de
vida, presenta una serie de dificultades, dado que posee categorías o
variables, difíciles de mensurar, tales como la “felicidad”, el “bienestar”, la
“moral”, etc.
En cuanto a los adultos mayores, el concepto de calidad de vida se juega,
en la intersección de una contradicción, entre el interés que invierte nuestra
sociedad en el objetivo de acrecentar la vida, cantidad de años, y el rechazo y
prejuicio que sufre el producto de este proceso que es la vejez. Todos sabemos que,
en nuestra sociedad occidental, la vejez no sólo no “goza de buena prensa”,
sino que, además, la vemos como un problema y no como un logro, del que tomamos
consciencia muchas veces, cuando los años como si fueran agua, nos está tapando
la cara.
Todos los estudios científicos demuestran que, una mejor calidad de vida
a lo largo de las distintas etapas evolutivas, implica un buen envejecer. El
modelo tradicional de envejecimiento nos proponía lo que se denomina una
“herradura”: crecimiento, estabilidad, declinación. Hoy, consideramos un nuevo
modelo de envejecimiento, dónde la vejez puede ser alcanzada con cierta
plenitud, quedando un largo tiempo de felicidad y gozo, con mayor medida al que
podemos disfrutar en otras etapas, dado que lo que ha declinado
considerablemente, no son nuestras aptitudes y habilidades bio-psico-sociales,
sino, las responsabilidades familiares, los temas laborales y se ha incrementado,
la posibilidad de ocio y el tiempo libre, que amerita una desestructuración y
re-estructuración de toda nuestra vida cotidiana.
Como decíamos antes, medir la calidad de vida no es fácil y por supuesto,
no hay consenso sobre esto. Pues no se trata cuando hablamos de calidad de vida,
de considerar sólo las condiciones objetivas de ésta (factores económicos,
salud – enfermedad, factores culturales, geográficos, etc.). Debemos tener en
cuenta en cambio, una multiplicidad de otros factores o condiciones subjetivas,
entre ellas, la autopercepción, que es para decirlo rápidamente y de una manera
simplista, el cómo se percibe, se ve, se siente, se describe a sí mismo, el
anciano, nuestro adulto mayor. Cada sujeto, cada individuo, tiene una
percepción que es subjetiva, particular y singular y cada uno de nosotros habrá
de percibir el gozo y la satisfacción de vivir, de acuerdo a estos parámetros
internos.
La dimensión subjetiva de la calidad de vida en el anciano, implica un
bienestar psicológico que requiere sea tramitada con especial significación,
para poder alejarse del modelo tradicional de envejecimiento, que propone la
imagen de un anciano gastado, cansado y depresivo. Tal vez, en sujetos más
añosos, cuarta edad, mayores de 80 / 85 años, dónde la fragilidad comienza
siendo un problema, dónde hay mayor desgaste físico y psíquico, todos factores
que conducen a la dependencia, podemos asemejarnos al modelo tradicional de
envejecimiento, pero, con las posibilidades que hoy cuenta la sociedad, la
calidad de vida podría ser un objetivo, que se mantenga aún en condiciones
adversas. Porque es precisamente también, desde la dependencia y la
discapacidad, que se tiene que doblegar los esfuerzos y siempre poner en foco,
que el anciano tiene derecho a la mejor calidad de vida posible, a pesar de las
circunstancias.
Es aquí donde desempeñarán un rol decisivo los profesionales de la salud,
pero fundamentalmente, los familiares y amigos del adulto mayor, pues será en
este entretejido social vincular, en este entramado que sirve de sostén y
soporte a las condiciones adversas, dónde el adulto mayor, podrá desplegar sus
capacidades resilientes y evitar la caída de su calidad de vida.
Es en este punto dónde articulamos autopercepción y calidad de vida, experiencia
y acción, para trasladarnos más allá de las condiciones objetivas en la que vive
el adulto mayor, hacia una re-significación profunda y un reencuentro con sí mismo.
En cómo vive esas condiciones de acuerdo a su subjetividad desplegada en base a
su trabajo realizado del pasado y el presente, podrá proyectar un futuro, aún de
plazos cortos, pero siempre proyectar. Porque de lo que se trata como decía el
maestro Pichón Rivière, es de “planificar la esperanza”.
La plasticidad para adaptarse a los cambios, la predisposición a generar
nuevos vínculos o afianzar los propios, la disposición para seguir aprendiendo,
compartiendo, intercambiando con otros, pares o no, afianzando esa red social
vincular que lo sostiene, pero a la vez lo impulsa, es lo que le permitirá a
nuestro adulto mayor saber que siempre hay un futuro, aun cuando ese futuro se
vea teñido por arduas dificultades.
Como profesionales de la salud, debemos
trabajar para eros, que es trabajar co-pensando y co-acompañando a ese adulto
mayor, en su proceso de incrementar su autoestima, su satisfacción personal.
Para que el adulto mayor pueda darse el permiso necesario para disfrutar,
soñar, acceder a las cosas que alguna vez quedaron en el pasado pero que sin
embargo puede re-actualizar en su presente, y que le otorga gratificación. Hablamos
de aquellos deseos, asignaturas pendientes, gozos insatisfechos, oportunidades
dejadas para más adelante, etc. Muy bien, ese tiempo ya ha llegado. Es ahora y
es en el aquí de su tiempo y su espacio.
Debemos ayudar a que nuestros viejos se
liberen de prejuicios, de obstáculos, de falsos mitos e ideas erróneas acerca
de la vejez y de lo que es el envejecimiento. Cada etapa trae consigo la
posibilidad de potenciar en el ser humanos, el despliegue de su creatividad y
firme voluntad. Que nuestro anciano pueda reconocer en su etapa de vejez, estas
posibilidades, le permitirá vivirlas sin culpas, con firme decisión y, a pesar
de prejuicios. Esta es la base para que su calidad de vida sea estimable por sí
mismo y pueda desplegar su más profundo y auténtico ser.
Puede realizar actividades, tareas, acciones,
no sólo por distracción o esparcimiento, sino por gratificación y
auto-realización personal. Lograr estos objetivos le permitirá a nuestro adulto
mayor alejar aquellos fantasmas de la vejez, construidos socialmente y a los
cuales debe oponerse firmemente, en consideración a su propio derecho y
empoderamiento.
Calidad de vida para un buen envejecer. Esta
es la propuesta. Auto-cuidado, autonomía, adaptación activa a la realidad y a
los cambios, sabiendo de las limitaciones, pero también, de que una frontera si
no se puede cruzar a pie, podrá hacerse por otros medios. Y en el caso de que
no se trate de cruzar fronteras, sino simplemente se trate de sortear el
obstáculo de la contradicción,
entre el interés por incrementar la cantidad de años, y el rechazo y repudio
que la sociedad siente por la vejez, le pueda demostrar con su ejemplo como
dice Joan Manuel Serrat que cuidado: “todos llevamos un viejo encima”.
"Calidad de vida en la vejez. Autoconcepto"
*Gustavo J. Pérez Zabatta: Gerontologo, Psicologo social, Director CESA, Centro de Estudios Sociales Argentino
Fotografia: Elliot Erwitt.
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